sábado, 11 de mayo de 2013

¿Abriendo puertas?



La suspensión de la toma de testimonios vía conferencia de las víctimas de la dictadura franquista deja otra vez en evidencia que la convicción del Gobierno argentino, o al menos de sus representantes políticos en España, no parece ser una prioridad a la hora de apoyar unos juicios que resultan imprescindibles para las cientas de miles de personas torturadas, asesinadas o desaparecidas durante un régimen que se extendió por décadas y que abarcó todos los rincones del Estado español.

Víctimas a las puertas de la embajada argentina en Madrid, a la espera de las videoconferencias
Ya en agosto de 2012 la jueza que entiende en la causa presentada en Argentina, Romilda Servini de Cubría, tenía todo previsto para venir a España a tomar declaración a las personas que atestiguarían frente a la Justicia argentina. Sin embargo, la falta de apoyos de Argentina a la hora de poner los medios necesarios para garantizar este ejercicio de justicia universal, abortaron aquella misión.

Ahora, con los testigos a las mismas puertas de la Embajada argentina en Madrid, con esa indescriptible sensación de que por primera vez una jueza escucharía su testimonio, con la emoción de que al fin la Justicia se ponía al servicio de las víctimas. Otra vez cuando todo estaba listo, alguien bajó el pulgar. Primero un fallo técnico retrasó todo durante una hora, esos fallos que solo aparecen cuando algo parece no querer hacerse…

Luego la confirmación de que la esperada videoconferencia no se haría en virtud de una queja del Estado español, un argumento falaz para un Gobierno que se precia –y con razón- de perseguir los crímenes contra los Derechos Humanos. También el menemismo cuestionó y presionó hasta el hartazgo cuando el juez Baltasar Garzón enjuició al militar Adolfo Scilingo y pidió la extradición desde México de Miguel Cavallo, pero ambos terminaron enjuiciados y condenados. Es decir, se puede, cuando hay voluntad política se puede. 

Dicen que cuando Néstor Kirchner eligió a Carlos Bettini como embajador en España lo hizo pensando en la necesidad de contar con un “abridor de puertas”. Sus vínculos al partido socialista al punto de ocupar durante años cargos importantes en la Defensoría del Pueblo español, su relación personal con el líder socialista Felipe González y hasta su participación –al menos así lo reseñan muchos libros, informes y notas periodísticas- como lobbysta de las multinacionales españolas a la hora del expolio de las empresas públicas argentinas lo convertían en un fichaje interesante. Sin olvidar los años al servicio del gobierno menemista como asesor en el Ministerio de Justicia argentino y su participación en empresas como la constructora española Dycassa o la misma Iberia, en aquellos años de privatizaciones y contratos millonarios.

Para abrir puertas, en efecto, hay que tener llaves y en la embajada argentina parece que alguien las tiene en el bolsillo. Ya sabemos, las llaves abren y cierran con la misma eficacia y contundencia, habrá que ver si ahora que los vientos de Justicia soplan desde el extremo sur quien tiene el llavero colgando del pantalón se precia a mantener la puerta abierta. De ambos lados de la cerradura en tanto, seguiremos clamando Justicia y dispuestos a derribar las trabas, si es necesario.

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